Creo que uno de los mayores desafíos es cambiar la forma de manejarme en las situaciones sociales. En Estados Unidos y en muchas culturas, la comida es el centro de la mayoría de las reuniones sociales. Tuve que cambiar el foco de las salidas o eventos especiales para que la comida dejara de ser la prioridad y pasara a un segundo plano. Fue difícil al principio, cuando estaba en el posoperatorio y tenía que adaptarme a mi nuevo estilo de vida y restricciones físicas. Es un torbellino de emociones, y recomiendo encarecidamente que un terapeuta trabaje en los aspectos mentales relacionados con la cirugía.
Con el tiempo, aprendí a aprovechar las oportunidades y disfrutar de la socialización, aunque tuviera que llevar yogur y un batido de proteínas conmigo. En lugar de salir a cenar y comer postre, hacemos una actividad como Top Golf o pintura. Después de una fiesta de cumpleaños, en lugar de quedarme con el pastel que sobraba, les daba a cada uno de los invitados un poco para que se llevara. Todavía salimos a comer y sigo disfrutando de la cocina, las reuniones y las fiestas, pero la comida ya no es la atracción principal.
Es mucho más fácil ahora que ya pasaron dos años de la operación, pero siguen surgiendo nuevos desafíos como no retomar viejos hábitos o comportamientos.
